Arte y Arquitectura en
Egipto Edificios, pinturas, esculturas y artes aplicadas del antiguo
Egipto, desde la prehistoria hasta la conquista romana en el año
30 a.C. La historia de Egipto fue la más larga de cuantas civilizaciones
antiguas florecieron en torno al Mediterráneo, extendiéndose casi
sin interrupción desde aproximadamente el año 3000 a.C. hasta el
siglo IV d.C. La naturaleza del país, desarrollado en torno al Nilo
que lo baña y fertiliza, junto al casi total aislamiento de influencias
culturales exteriores, produjo un estilo artístico que apenas sufrió
cambios a lo largo de sus más de 3.000 años de historia. Todas las
manifestaciones artísticas estuvieron destinadas, básicamente, al
servicio del Estado, la religión y el faraón, considerado como un
dios sobre la tierra. Desde los primeros tiempos, la creencia en
una vida después de la muerte dictó la norma de enterrar al muerto
con sus mejores pertenencias para asegurar su tránsito hacia la
eternidad. La regularidad de los ciclos naturales, la crecida e
inundación anual del río Nilo, la sucesión de las estaciones, y
el curso solar que provocaba el día y la noche fueron considerados
como regalos de los dioses a las gentes de Egipto. El pensamiento,
la moral y la cultura egipcios estuvieron arraigados en un profundo
respeto por el orden y el equilibrio. El arte quería ser un arte
útil; no se hablaba de piezas u obras bellas, sino eficaces o eficientes.
El cambio y la novedad nunca fueron considerados como algo importante
por sí mismos; así, el estilo y los convencionalismos representativos
del arte egipcio establecidos desde un primer momento continuaron
prácticamente invariables durante más de 3000 años. Para el espectador
contemporáneo el lenguaje artístico egipcio puede parecer rígido
y estático (hieratismo); su intención fundamental, sin embargo,
no fue la de crear una imagen real de las cosas tal como aparecían,
sino captar para la eternidad la esencia de la persona, animal u
objeto representado.
Periodo predinástico
Los primeros
pobladores prehistóricos se asentaron sobre las terrazas o mesetas
formadas por los sedimentos que el río Nilo iba depositando en su
recorrido. Las herramientas y útiles dejados por estos primeros
habitantes de Egipto muestran su paulatina evolución desde una sociedad
de cazadores-recolectores seminómadas a agricultores sedentarios.
El periodo predinástico abarca desde el 4000 a.C. al 3100 a.C. aproximadamente.
Se han encontrado
restos de asentamientos organizados que datan de este periodo, así
como diversos materiales asociados, sobre todo, a enterramientos.
Tales objetos se introducían en la sepultura junto con el cadáver
a fin de que su espíritu pudiera disfrutar de ellos en la siguiente
vida; gracias a eso se han conservado una gran cantidad de efectos
personales, cerámica, útiles diversos y armas. La cerámica se solía
decorar con pinturas que reflejaban la vida y costumbres de la época.
Entre los motivos representados se incluyen imágenes de los pájaros
y animales característicos de las zonas próximas al Nilo, así como
también, ya al final del periodo predinástico, minuciosas representaciones
de embarcaciones con remeros sobre las aguas del río. El cobre forjado
se utilizó, en pequeñas cantidades, para la elaboración de collares
y algunas herramientas, aunque la mayoría de los elementos se obtuvieron
de la piedra. Las espátulas hechas de piedra se utilizaron para
pulverizar la pintura de ojos. Se tallaron pequeñas esculturas y
figurillas en marfil y hueso, así como también en arcilla.
Imperio antiguo
El Imperio
antiguo de Egipto, dominado por las dinastías III a VI, abarca los
cinco siglos comprendidos entre los años 2755 y 2255 a.C. Hacia
el año 3100 a.C. el país se unificó bajo el mando de poderosos caudillos
del sur, pero la idea de un Egipto dividido en dos zonas bien diferenciadas
(Alto Egipto al sur y Bajo Egipto al norte) persistió durante algún
tiempo. Es la época conocida como Tinita, dominada por las dinastías
I y II, y en ella destaca el rey Narmer (algunos historiadores lo
identifican con el rey Menes), artífice de la unificación y fundador
de la primera dinastía. En la Paleta de Narmer (c. 3100 a.C.,
Museo Arqueológico de El Cairo), en piedra tallada, se puede ver
al propio faraón portando la corona del sur y subyugando a las gentes
del norte, con dos animales entrelazados que significan la unificación
de las dos zonas de Egipto bajo el mando único del faraón.
Arquitectura
Durante las primeras dinastías se construyeron
importantes complejos funerarios para los faraones en Abidos y Saqqara,
a imitación de los palacios y templos (la tumba era una síntesis
de la noción de templo y de mansión privada). La gran cantidad de
cerámica, trabajos en piedra y tallas de marfil o hueso encontrados
en estas tumbas atestigua el alto grado de desarrollo de esta época.
Los jeroglíficos (escritura mediante dibujos), forma de escribir
la lengua egipcia, se encontraban por entonces en su primer nivel
de evolución, y ya mostraban su carácter de algo vivo, como el resto
de la decoración.
En la III dinastía
la capital se trasladó a Menfis y los faraones iniciaron la construcción
de pirámides, que sustituyeron a las mastabas como tumbas reales.
El arquitecto, científico y pensador Imhotep construyó para el faraón
Zoser (c. 2737-2717 a.C.) el conjunto de Saqqara; se trataba de
una necrópolis integrada por una pirámide escalonada de piedra y
un grupo de templos, altares y dependencias afines. La gran pirámide
escalonada donde reposan los restos del faraón está compuesta de
varias mastabas superpuestas, y es el ejemplo más antiguo de arquitectura
monumental conservado en la actualidad; ilustra también una de las
fases en el desarrollo de la pirámide como tipología arquitectónica.
La arquitectura
del Imperio antiguo puede considerarse monumental, dado que la caliza
y el granito locales se utilizaron para la construcción de edificios
y tumbas de grandes dimensiones. Desarrollaron una extraordinaria
técnica arquitectónica. Empleaban bloques colosales de piedra, que
se ajustaban a la perfección sin utilizar argamasa, y empleaban
medios de elevación que desconocemos. La bóveda era conocida pero
no se empleaba en la arquitectura en piedra. De los templos construidos
durante este periodo apenas se conservan unos pocos ejemplos.
El conjunto
monumental de Gizeh, donde fueron enterrados los faraones de la
IV Dinastía, pone de manifiesto la destreza y habilidad de los arquitectos
egipcios a la hora de construir monumentos que han permanecido como
una de las maravillas del mundo, y muestran el esplendor de la civilización
egipcia. Snefru emprendió la construcción de la primera pirámide
sin escalones. Keops fue su sucesor y artífice de la gran pirámide
que llegó a alcanzar en su momento 146 metros de altura, y está
formada por cerca de 2,3 millones de bloques de piedra con un peso
medio, cada uno, de 2,5 toneladas. Su hijo Kefrén levantó una pirámide
menor, y Micerinos fue el artífice de la tercera gran pirámide de
este conjunto monumental. El fin que se perseguía con las
pirámides era preservar y proteger los cuerpos de los faraones para
la eternidad. Cada pirámide formaba parte de un conjunto en el que
figuraban un templo en el valle, un embarcadero y un corredor de
comunicación entre unos espacios y otros, así como también un espacio
reservado para realizar los ritos religiosos previos al enterramiento.
Alrededor de las tres pirámides mayores de Gizeh (Keops, Kefrén
y Micerinos) creció una necrópolis (ciudad de los muertos) integrada
por sepulcros denominados mastabas (del árabe mastabah, 'banco
de adobe'). De cubierta plana y paredes inclinadas, recibieron ese
nombre por su semejanza con las casas egipcias de adobe en forma
de pirámide truncada. Las mastabas fueron las tumbas de los miembros
de la familia real, altos mandos, cortesanos y funcionarios. Exteriormente
la mastaba parece una pirámide truncada de planta rectangular que
consta de una pequeña sala denominada sirdab, donde se guardaba
la estatua del difunto, considerada como un ser vivo, y la falsa
puerta que comunicaba el mundo de los muertos y los vivos. Delante
de ella se depositaban las ofrendas y se realizaba el culto funerario.
Bajo tierra se encontraba la cámara mortuoria, a la que se accede
por un pozo que se ciega una vez depositado el cadáver.
Frente a la
relativa abundancia de restos monumentales de carácter funerario
conservados, apenas hay ejemplos de arquitectura doméstica y construcciones
civiles de las ciudades egipcias del Imperio antiguo; puede suponerse
su disposición sobre calles bien trazadas y planificadas, tal y
como se hizo en las necrópolis, pero la utilización del adobe (ladrillos
de barro mezclado con heno o paja y cocidos al sol) para levantar
los palacios y viviendas no ha permitido su conservación hasta nuestros
días. De este modo, los templos y tumbas, edificados en piedra y
construidos con una clara idea de eternidad, proporcionan
la mayor y casi única información acerca de las costumbres y forma
de vida de los antiguos egipcios.
Escultura
Desde las primeras
figuras de arcilla, hueso y marfil del periodo predinástico, la
escultura egipcia se desarrolló con gran rapidez. En la época de
Zoser (2737-2717 a.C.) se hicieron grandes estatuas de los faraones
y gobernantes sobre las que debían reposar los espíritus que perpetuaran
la memoria de los difuntos. Hieratismo, rigidez, formas cúbicas
y frontalidad son las características esenciales de la escultura
egipcia. Primero se tallaba un bloque de piedra de forma rectangular,
y después se dibujaba en la frente y en las dos caras laterales
de la piedra la figura objeto de representación. La estatua resultante
era, en consecuencia, una figura destinada a ser vista principalmente
de frente (ley de la frontalidad). No había necesidad, pues, de
esculpir la figura por todos sus lados, ya que el objetivo era crear
una imagen eterna que representara la esencia y el espíritu de la
persona retratada, para lo cual bastaba una composición frontal
de la misma.
El artista
egipcio no buscaba la representación del movimiento. Las figuras
de personajes puestos en pie no posaban como si estuvieran caminando,
sino en reposo. Desde los primeros tiempos del periodo dinástico
se tenía un perfecto conocimiento de la anatomía humana, pero se
le daba una forma idealizada. La estatua sedente del faraón Kefrén
(c. 2530 a.C. Museo Arqueológico de El Cairo), artífice de la segunda
pirámide más grande del conjunto funerario de Gizeh, engloba en
sí misma todas las características que hicieron memorable a la escultura
egipcia de carácter regio. El faraón aparece sentado sobre un trono
decorado con el emblema de las tierras unificadas, con sus manos
sobre las rodillas, la cabeza erecta, rígida y de frente, y los
ojos mirando al infinito. El halcón que representa al dios Horus
aparece detrás de la cabeza de Kefrén, simbolizando que es él, el
faraón, el 'Horus viviente'. La estatua, tallada en diorita, presenta
en su conjunto una gran unidad y equilibrio, creando una potente
imagen de la majestad divina.
Las representaciones de
individuos y personajes particulares ofrecen diversos modelos y
formas. Además de las figuras individuales sedentes o en pie se
hicieron otras emparejadas y también formando grupos escultóricos
en los que el difunto aparece con los miembros de su familia. Los
materiales utilizados fueron la piedra, la madera y, en menor proporción,
el metal; se pintaban las superficies; los ojos eran piezas incrustadas
de otro tipo de material, como el cristal de roca, que realzaba
la apariencia de realidad que pretendía transmitir la estatua. Tales
representaciones iban destinadas exclusivamente a los personajes
importantes; existió otro tipo de obras, no obstante, que representaban
a los trabajadores en sus diversos oficios y a las mujeres ocupadas
en sus tareas domésticas. Todas tenían un destino común: la tumba
del difunto. A finales de la IV dinastía se introdujo una tercera
posición escultórica tan asimétrica y estática como las dos anteriores
(de pie y sentadas): la del escriba en cuclillas en el suelo con
las piernas cruzadas. Otra invención del Imperio antiguo es el retrato
de busto.
La escultura
en relieve servía a dos propósitos fundamentales: en los muros de
los templos para glorificar al faraón; en las tumbas para preparar
al espíritu en su camino hacia la eternidad. En las cámaras funerarias
de las tumbas privadas es frecuente la decoración con escenas del
muerto ocupado en las actividades cotidianas que desarrolló en vida.
La forma de representación del cuerpo humano en dos dimensiones
(frente y perfil), tanto en relieve como en pintura, vino determinada
por el deseo de preservar la esencia de lo representado. Se buscaba,
por encima de todo, la eternidad frente a lo transitorio. Como resultado
de esto, se combina en las figuras la disposición de perfil para
la cabeza y extremidades inferiores con la frontal de los ojos y
el torso. Esta regla o canon se aplicó a los faraones y miembros
de la nobleza, mientras que para los sirvientes y campesinos no
se llegó a utilizar de manera tan exhaustiva. Los relieves solían
pintarse para dar una mayor sensación de realidad, siendo frecuente
la inclusión en ellos de diversos detalles sólo pintados, sin necesidad
de haberlos tallado previamente en la roca; la pintura de carácter
meramente decorativo aparece muy raras veces en las piezas del Imperio
antiguo que se han descubierto hasta el momento presente.
El conocimiento
que poseemos sobre la mayor parte de las costumbres y modo de vida
de los egipcios se ha conseguido gracias a estos relieves de las
tumbas. Las variedades de comida y sus formas de elaboración, los
métodos de pastoreo, la caza de animales salvajes, la construcción
de embarcaciones y muchos otros oficios están perfectamente representados
en estos relieves. Dispuestos en la pared por medio de bandas o
registros, podían leerse fácilmente como una narración continuada;
tales representaciones no fueron concebidas tanto como acontecimientos
acaecidos en un momento determinado sino como ocupaciones y oficios
en general, con un claro carácter de atemporalidad y eternidad.
Para la escultura en relieve, al igual que para la exenta o de bulto
redondo, los escultores trabajaron formando equipos o talleres con
diferentes niveles de trabajo asignado a los distintos integrantes
del grupo.
Artes decorativas
En la cerámica,
la rica decoración del periodo predinástico se reemplazó por bellas
piezas no decoradas, de superficies pulimentadas y dentro de una
gran variedad de formas y modelos destinados a servir de objetos
para uso cotidiano. En la antigüedad, la cerámica servía para los
mismos propósitos para los que hoy utilizamos el cristal, la loza,
el metal, la porcelana o el plástico; en consecuencia, el abanico
de posibilidades abarca desde vasijas y recipientes para comer y
beber hasta grandes envases y contenedores de almacenaje o incluso
depósitos o cubos para la fermentación de bebidas. Las joyas se
hicieron en oro y piedras semipreciosas, incorporando formas y diseños
animales y vegetales. En toda la historia de las artes decorativas
de Egipto hubo una gran predilección por tales asuntos o motivos
artísticos. Se han conservado pocos ejemplos por lo que se refiere
al mobiliario, pero la abundante presencia de los mismos en las
imágenes de las tumbas nos proporciona abundante información sobre
el diseño de sillas, camas, escabeles, sillones y mesas. Generalmente
los diseños fueron simples, sencillos, incorporando formas vegetales
y garras de animales para rematar los acabados inferiores de los
muebles (patas de sillas y mesas, por ejemplo). No se utilizaban
clavos, sino que las piezas se unían mediante espigas y mortajas
o se pegaban. Destacan los cabezales rodeados de genios para proteger
el sueño. El más bello conjunto de muebles del Imperio antiguo es
el de la tumba de la reina Heteferes, madre de Keops, que destaca
por su grandiosidad y sobriedad.
Al finalizar
la VI Dinastía el poder centralista de Egipto había disminuido;
los gobernantes locales decidieron emplazar sus sepulcros en sus
propias provincias en lugar de enterrarse cerca de las necrópolis
de los faraones a quienes servían. De esta dinastía data la estatua
en metal más antigua que se conoce en Egipto: una imagen en cobre
(c. 2300 a.C. Museo Arqueológico de El Cairo) de Pepi I (faraón
c. 2395-2360 a.C.). El primer periodo intermedio (VII a X dinastías)
fue una época de anarquía y agitación. Hubo un débil intento por
mantener las tradiciones artísticas del Imperio antiguo, pero hasta
la reunificación del país con los faraones de Tebas, en el sur,
no se pudo reanudar la actividad artística para igualarla a su anterior
época de esplendor.
Imperio medio
Mentuhotep
II, faraón de la XI dinastía, reinó entre los años 2061 y 2010 a.C.,
y fue el primer faraón del nuevo Egipto unificado del Imperio medio
(2134-1784 a.C.). Creó un nuevo estilo o una nueva tipología de
monumento funerario, probablemente inspirado en los conjuntos funerarios
del Imperio antiguo. En la orilla oeste de Tebas, al otro lado del
Nilo, en el lugar denominado Deir el Bahari, construyó un templo
en el valle conectado por un largo camino real a otro templo que
se encontraba adosado a la ladera de la montaña. Formado por una
mastaba coronada por una pirámide y rodeado de pórticos a dos niveles,
los muros fueron decorados con relieves del faraón en compañía de
los dioses.
Arquitectura
La arquitectura
del Imperio medio no está bien representada, dada la escasez de
ejemplos conservados. No obstante, una pequeña construcción vinculada
a Sesostris I (1962-1928 a.C.), faraón de la XII dinastía, ha sido
recuperada de uno de los últimos pilonos (puertas monumentales)
del templo de Karnak, para el que se utilizaron sus ladrillos como
material de relleno. Esta pequeña capilla puede considerarse como
el ejemplo típico del estilo de la época. Esencialmente cúbica
en su diseño y construida bajo un riguroso sistema de pilares y
estructuras adinteladas, este pequeño edificio tiene una pureza
de líneas y unas proporciones tan equilibradas que le otorgan sin
lugar a dudas un carácter de eternidad. Los entrepaños están decorados
con bellos relieves del faraón y divinidades egipcias.
Escultura
La escultura
del Imperio medio se caracteriza por su inclinación hacia el realismo.
Las primeras obras de este periodo imitan claramente los ejemplos
del Imperio antiguo en un intento por restablecer las viejas tradiciones,
pero la escultura de la XII dinastía muestra un renovado interés
por la realidad. Los retratos de faraones como Amenemes III y Sesostris
III son muy diferentes de aquellos otros faraones del Imperio antiguo.
Durante la
XII dinastía las imágenes del faraón no se idealizan hasta el punto
de convertirlo en dios. La gravedad e importancia de su alto rango
se reflejan de forma clara en el rostro. La estructura ósea se insinúa
bajo una superficie rígida, produciendo un tipo de realismo que
nunca se había dado con anterioridad en el arte egipcio. Las estatuas
de personajes privados tienden, como en todas las épocas, a imitar
el estilo de las de los faraones; así lo vemos por ejemplo en los
retratos de la nobleza de la XII dinastía, tendentes también hacia
el realismo.
Pintura
La costumbre
entre los nobles de enterrarse en tumbas construidas en sus propios
centros de influencia en lugar de hacerlo en la capital, se mantuvo
vigente. Aunque muchas de ellas estuvieron decoradas con
relieves, como por ejemplo las tumbas de Asuán, en el sur, otras
como las de Beni Hassan y El Bersha, en el Egipto Medio, fueron
por regla general decoradas exclusivamente con pinturas. Los ejemplos
conservados muestran el trabajo de los artistas y artesanos locales
en su intento por adherirse a los modelos de los talleres regios.
Aparecen algunas novedades en los tipos y formas representativas,
aunque los viejos modelos todavía servían de guía para muchos temas
y composiciones. La pintura también decoraba los sarcófagos rectangulares
de madera típicos de este periodo. Los dibujos eran muy lineales
y reflejan una gran minuciosidad en los detalles.
Artes
decorativas
El Imperio
medio fue también una época en la que se produjeron magníficos trabajos
en artes decorativas, en particular joyas realizadas en metales
preciosos con incrustación de piedras de colores. En este periodo
aparece la técnica del granulado. El barro vidriado alcanzó gran
importancia para la elaboración de amuletos y pequeñas figuras.
Quizá lo más conocido fueron los hipopótamos de barro vidriado en
color azul decorados con pinturas de plantas acuáticas.
Imperio nuevo
La XIII dinastía
tuvo faraones débiles e ineficaces, alcanzándose un número de entre
50 o 60 faraones en 150 años. El segundo periodo intermedio (XIV
a XVIII dinastías) fue de nuevo para Egipto una época de gobierno
dividido. Los hicsos, pueblos venidos del Asia occidental, entraron
en Egipto proclamándose a sí mismos como faraones. Impusieron su
poder gracias a la utilización de caballos y carros de guerra.
Esta circunstancia tuvo una prolongada influencia, ya que los hicsos
llevaron a Egipto nuevas tecnologías a la vez que también proporcionaron
una visión más amplia de su lugar en el mundo mediterráneo. Una
vez más, sin embargo, Tebas instigó la reunificación del país, los
extranjeros fueron expulsados y se restableció el poder central
de la monarquía. El Imperio nuevo (1570-1070 a.C.) comenzó con la
XVIII dinastía, y fue una época de gran poder, riqueza e influencia,
como lo evidencia su importante comercio exterior y sus conquistas
en el extranjero.
Arquitectura
Los faraones de las dinastías XVIII a XX
fueron grandes constructores de arquitectura religiosa. Tras el
restablecimiento de la capital en Tebas la realeza divina de los
faraones se asoció al dios local Amón, que llegó a ser la divinidad
suprema más importante de Egipto y reinaba sobre los dioses secundarios.
Casi todos los faraones del Imperio nuevo se preocuparon por ampliar
y hacer nuevos añadidos en el conjunto de templos de Karnak, centro
del culto a Amón, convirtiéndose así en uno de los más impresionantes
complejos religiosos de la historia. El mayor de todos ellos es
el de Karnak; sus gigantescos pilonos, la gran sala hipóstila, los
vestíbulos plagados de columnas, los obeliscos y las estatuas dispuestas
en numerosos lugares, llevan directamente a pensar en el poder y
majestuosidad del faraón y el Estado de aquella época. Próximo a
este conjunto destaca también el templo de Luxor, con una fachada
compuesta de dos enormes muros macizos que flanquean la entrada
y conduce al patio. Ya en el interior encontramos una serie de recintos
y capillas, dispuestos simétricamente, que albergan el sanctasanctórum,
una sala cuadrada con cuatro columnas.
En la ribera
occidental del Nilo, cerca de la necrópolis de Tebas, se construyeron
templos para el culto y honras fúnebres de los faraones. Durante
el Imperio nuevo los cuerpos de estos faraones se enterraron en
tumbas excavadas en la roca en el entorno denominado Valle de los
Reyes, ya en pleno desierto, con los templos funerarios o mortuorios
a cierta distancia fuera del valle. De estos templos, uno de los
primeros y más insólitos fue el de la reina Hatshepsut en Deir el
Bahari, levantado por el arquitecto Senemut (muerto hacia el año
1428 a.C.). Situado frente a los acantilados del río Nilo, junto
al templo de Mentuhotep II, de la XI Dinastía, y probablemente inspirado
en él, el templo es una extensa terraza con numerosas capillas para
los dioses y relieves representando los éxitos logrados por Hatshepsut
a lo largo de su reinado. Otros faraones no siguieron este precedente,
y construyeron sus templos al borde de las tierras fértiles, lejos
de los escarpados riscos del desierto.
Las tumbas
del Valle de los Reyes fueron excavadas en el interior de la roca,
en un esfuerzo casi nunca conseguido por ocultar los
sepulcros donde reposaban las momias de los faraones. Largos pasajes
y corredores, escaleras y cámaras funerarias fueron decorados con
relieves y pinturas de escenas de textos religiosos destinados a
proteger y amparar el espíritu del difunto para su próxima vida.
Durante la
XIX Dinastía, en época de Ramsés II, uno de los más importantes
faraones del Imperio nuevo, se levantaron los gigantescos templos
de Abu Simbel, en Nubia, al sur de Egipto. Fueron excavados en el
interior de la roca, sobre la falda de una montaña y con las
fachadas custodiadas por cuatro figuras monumentales del faraón
y su esposa respectivamente. Entre 1964 y 1968 ambos templos tuvieron
que ser recortados en bloques y trasladados a un lugar más elevado
con el fin de salvarlos de su inmersión bajo las aguas de la nueva
presa de Asuán.
Como en todas
las épocas, la arquitectura doméstica y palaciega se hizo fundamentalmente
con materiales más baratos y cómodos que la piedra: el adobe, los
ladrillos de barro mezclado con paja o heno y cocidos al sol. No
obstante, se han conservado los suficientes restos como para dar
una idea aproximada de la planificación de los palacios y sus múltiples
estancias con pinturas y decoraciones diversas en suelos, paredes
y techos. Las viviendas de las clases privilegiadas formaban amplios
conjuntos urbanos integrados por edificios residenciales y para
el servicio. Ejemplos de casas modestas para los obreros pueden
aún encontrarse, agrupadas junto a los pueblos, muchas veces como
las del Egipto actual.
Escultura
Durante el
Imperio nuevo la escultura alcanzó una nueva dimensión. La rigurosa
y severa estilización del Imperio antiguo y el áspero realismo del
Imperio medio fueron reemplazados por un estilo cortesano en el
que se combinaban perfectamente la elegancia y la cuidadosa atención
hacia los detalles más delicados. Iniciado durante los reinados
de Hatshepsut y Tutmosis III, este estilo alcanzará su madurez en
tiempos de Amenhotep III (Amenofis III). Los retratos de los faraones
y de los cortesanos fueron obras plenas de gracia y sensibilidad.
El arte en
la época de Ajnatón, hijo de Amenhotep III, refleja la revolución
religiosa promovida por el faraón. Ajnatón adoraba a Atón,
dios solar, e imaginó y proyectó una línea artística encaminada
hacia esta nueva dirección, es decir, a eliminar la inmovilidad
tradicional del arte egipcio. Al comienzo de su reinado se utilizó
un realismo casi caricaturesco, pero poco a poco fue derivando hacia
un estilo de sutil belleza y profunda ternura, cualidades perfectamente
ejemplificadas en la cabeza de caliza pintada de su esposa, la reina
Nefertiti (c. 1365 a.C. Staatliche Museen, Berlín).
Pintura
Mientras que
el relieve se utilizó en el Imperio nuevo principalmente para la
decoración de edificios religiosos, la pintura predominará en la
decoración de las tumbas privadas. La necrópolis de Tebas es una
rica fuente de información sobre la lenta evolución de la tradición
artística, así como también de excelentes ilustraciones de la vida
de aquella época.
El medio pictórico
permitió mayores posibilidades que el escultórico, al conceder al
artista la posibilidad de crear coloristas imágenes de la vida alrededor
del Nilo. Los funcionarios aparecen representados inspeccionando
los exóticos tributos llevados a Egipto desde todos los rincones
del mundo conocido. Los oficios de los talleres regios están representados
con meticuloso detallismo ilustrando la elaboración de todo tipo
de objetos, desde grandes esculturas a delicadas joyas. Los ritos
funerarios, desde el cortejo fúnebre hasta las últimas plegarias
elevadas a los espíritus, también se representan. Uno de los elementos
comunes en la pintura de las tumbas tebanas, conocido ya en el Imperio
antiguo, es la representación del difunto cazando y pescando entre
los papiros de las marismas, entretenimientos y actividades
de las que desearía gozar durante toda la eternidad.
Artes decorativas
Durante el Imperio nuevo
las artes decorativas, al igual que la pintura y la escultura, alcanzan
las más elevadas cotas de perfección y belleza. Los objetos de uso
cotidiano utilizados por la corte real y la nobleza fueron exquisitamente
diseñados y elaborados con gran destreza técnica. No hay mejor ejemplo
para ilustrar esta afirmación que el ajuar funerario de la tumba
(descubierta en 1922) de Tut Anj Amón, donde con ricos materiales
alabastro, ébano, oro, marfil y piedras semipreciosas
se crearon múltiples objetos de consumada habilidad artística. La
cerámica del Imperio nuevo ofrece también este mismo gusto decorativo,
con sus superficies frecuentemente pintadas con motivos vegetales.
En esta época se produce el apogeo del vidrio egipcio donde los
vidrieros mostraron una gran originalidad. En general, y a tenor
de los restos conservados, se puede decir que los egipcios de esta
época encontraron un particular deleite en la riqueza ornamental
y en los vivos colores de las pinturas y artes decorativas.
Época tardía
A los poderosos
faraones de las dinastías XVIII, XIX y parte de la XX les reemplazaron
débiles monarcas que sumieron al país en una nueva etapa de crisis
y decadencia, con continuas usurpaciones del poder. Ramsés III,
último de la poderosa saga de faraones de la XX dinastía, levantó
un enorme templo funerario (1198-1167 a.C.) en Medinet Habu, cerca
de Tebas, en la orilla occidental del Nilo, cuyos restos son de
los mejor conservados en la actualidad. La existencia de un palacio
junto al templo indica que el faraón frecuentó y habitó aquel
lugar en bastantes ocasiones. Escenas de batallas relatando las
campañas de Ramsés III contra los invasores extranjeros (pueblos
del mar) aparecen representadas con gran viveza en relieves distribuidos
por los muros del templo.
Las dinastías
XXI a XXIV están consideradas como el tercer periodo intermedio,
un lapso de tiempo de más de 350 años en el que diversos monarcas
se establecieron paralelamente en Sais, Tanis y Bubastis, capitales
del delta del Nilo, en un momento de división política del país.
La reunificación llegó con los faraones de la XXV dinastía; éstos
fueron etíopes que penetraron desde Nubia avanzando hacia el Delta
y ocupando Tebas. Respetaron las creencias y divinidades egipcias,
asumiendo también sus costumbres con la idea de ser ellos quienes
tenían la obligación de restablecer la gloria y el esplendor de
Egipto. Restauraron los viejos templos y construyeron otros nuevos
dedicados a sus dioses. Tomaron los nombres de los antiguos faraones
y en sus producciones artísticas copiaron e imitaron escenas y motivos
de épocas pasadas. Recuperaron la tipología de la pirámide como
lugar de enterramiento. Durante su reinado los asirios, acaudillados
por Asarhadon, llegaron hasta Tebas en el año 671 a.C., pero fueron
rechazados.
Poco después
de este primer intento fallido, el rey asirio Assurbanipal conquista
Egipto convirtiéndolo en provincia asiria hasta que Psamético I
(664-610 a.C.) libera al país de la dominación asiria y crea una
nueva dinastía, la XXVI, denominada saíta. Continuando la labor
de restauración de viejas tradiciones iniciada por los etíopes,
durante el periodo saíta tiene lugar un florecimiento de las artes.
Destacan los trabajos escultóricos en bronce, de gran suavidad y
blandura en el modelado, con tendencia hacia formas contorneadas.
Tuvieron contacto con los griegos, algunos de los cuales
habían servido en el ejército egipcio como mercenarios. También
con los judíos, a través de una colonia que éstos poseían en el
sur, cerca de Asuán. El arte de la XXVI dinastía utilizó muchas
formas y modelos del pasado, copiando a veces literalmente los motivos
de los antiguos monumentos.
La dinastía
XXVI acaba con la invasión del Imperio persa, y, salvo breves periodos,
Egipto nunca recuperó su libertad de manos de la dominación extranjera.
La conquista del país por parte de Alejandro Magno en el 332 a.C.,
y por los romanos en el año 30 a.C., introdujo a Egipto dentro de
la órbita del mundo clásico, aunque persistieron sus antiguas tradiciones
artísticas. Alejandro (que había fundado la ciudad de Alejandría,
que se convirtió en un importante foco de la cultura helenística)
y sus sucesores aparecen representados en los muros de los templos
como si fueran auténticos faraones, en relieves, además, con un
claro estilo egipcio y no clásico. Los templos construidos durante
el periodo ptolemaico (la dinastía fundada por Alejandro Magno)
repiten los modelos arquitectónicos tradicionales de Egipto.
El arte egipcio
ejerció también una poderosa influencia sobre las culturas de sus
invasores. En los primeros artistas griegos se reconoce una clara
deuda con Egipto. Los romanos también mostraron gran interés por
el arte de este país, se llevaron a Roma piezas originales extraídas
de los templos y tumbas egipcias, e imitaron su estilo en numerosas
esculturas realizadas por artistas romanos. La influencia de Egipto,
su cultura y su arte, así como la fascinación que despiertan sus
antigüedades, ha persistido hasta nuestros días.
Literatura Egipcia
La antigua
literatura egipcia se caracteriza por su amplia diversidad de
tipos y asuntos tratados; abarca desde el Imperio Antiguo, del 2755
al 2255 a.C., hasta el periodo greco-romano, a partir del 332 a.C.
Utiliza recursos literarios como el símil, la metáfora, la aliteración
y el equívoco.
Formas literarias
La
literatura religiosa del antiguo Egipto incluye himnos a los dioses,
escritos mágicos y mitológicos, y una extensa colección de textos
funerarios. El campo de la literatura secular incluye historias,
literatura instructiva conocida como "textos de instrucción",
poemas, escritos biográficos e históricos y tratados científicos,
incluyendo textos matemáticos y de medicina. Destacan también numerosos
textos legales, administrativos y económicos, así como documentos
privados en forma de cartas, aunque no sean literatura propiamente
dicha. Los autores de varias composiciones que datan del Imperio
Antiguo y el Medio, del 2134 al 1668 a.C., fueron venerados en épocas
posteriores. Proceden de la clase culta de los funcionarios del
gobierno del más alto nivel, y su audiencia estaba formada, sobre
todo, por gente educada como ellos. En realidad, muchas composiciones
literarias del Imperio Medio fueron compuestas como propaganda política
para enseñar a los estudiantes, que aprendían a leer y a escribir
copiándolos (en tablillas y fragmentos de arcilla), a ser leales
a la dinastía regente. La mayoría de estos textos de instrucción
los siguieron copiando los copistas del Imperio Nuevo, desde el
1570 hasta el 1070 a.C., 500 años más tarde, junto con otros textos
de su momento, destinados a socavar el encanto de la nueva profesión
militar. Algunas de estas historias incluyen elementos de la mitología
y es posible que procedan de tradiciones orales.
Imperio Antiguo
La literatura
más antigua que se conserva, los textos de las pirámides,
son inscripciones funerarias, grabadas en el interior de las pirámides
de los reyes y reinas de la última parte del Imperio Antiguo, que
se hacían para asegurar el debido destino del gobernante muerto
en la vida eterna. Se trata de textos que proclaman himnos a los
dioses y componen rituales de ofrendas cotidianas. Muchas inscripciones
autobiográficas de tumbas privadas recuerdan la participación del
difunto en acontecimientos históricos. Aunque no se conservan historias
ni textos de instrucción del Imperio Antiguo, algunos manuscritos
del Imperio Medio podrían ser copias de originales más antiguos.
Un ejemplo sería La Instrucción del Visir Ptahhotep, compuesto de
máximas que ilustran virtudes básicas (como moderación, sinceridad
y bondad) que deben regir las relaciones humanas y describen a la
persona ideal como un administrador justo.
Primer periodo intermedio
Después de
la caída del Imperio Antiguo, mucha gente se apropió de los textos
de las pirámide. A estos textos se les añadieron sortilegios nuevos,
y se pintaron en ataúdes, por lo que se les ha llamado textos de
los sarcófagos. Personajes no aristócratas continuaron inscribiendo
sus tumbas con textos autobiográficos que a menudo contaban sus
hazañas durante esta época de inquietudes políticas. A este primer
periodo intermedio (2255-2035 a.C.) se atribuyen varias lamentaciones
acerca del caótico estado de los asuntos, una de las cuales, El
diálogo de un Hombre con su Ba ("alma"), es un debate
sobre el suicidio; y otra, el ejemplo más antiguo de las canciones
que cantaban los arpistas en los banquetes funerarios, aconseja
"¡Come, bebe y sé feliz, antes de que sea tarde!"
Imperio Medio
Además de los
textos de los sarcófagos, la literatura religiosa del Imperio Medio
comprende numerosos himnos al rey y a varias divinidades incluyendo
un largo himno al Nilo, y textos rituales. Se siguió con las
inscripciones de autobiografías privadas que contienen información
histórica y los gobernantes empezaron a levantar pilares en los
que se detallaban sus hazañas importantes. Tanto del primer periodo
intermedio como del Imperio Medio nos han llegado textos de instrucciones,
siempre escritos en nombre del soberano reinante, narrando a su
hijo y sucesor cómo varios acontecimientos históricos específicos
influyeron en su reinado y cómo el hijo debería sacar provecho de
los errores de su padre. La Sátira de los Oficios subraya
los aspectos negativos de todas las posibles ocupaciones en contraste
con la vida fácil del escriba. Entre la narrativa que se desarrolló
durante el Imperio Medio destaca Aventuras de Sinuhé, que
cuenta la historia de un oficial de palacio que huyó a Siria a la
muerte del faraón Amenemhet I convirtiéndose en un hombre rico e
importante; El Relato del Campesino elocuente, un hombre
que hacía ruegos tan elocuentes para que le devolvieran sus asnos
robados que fue encarcelado durante un tiempo para que los funcionarios
pudieran disfrutar de sus discursos; Relato de un náufrago,
que narra un encuentro fabuloso con una serpiente gigantesca en
una isla exuberante, y La historia del rey Khufu y los magos.
El papiro más antiguo que se conserva sobre medicina y matemáticas
también pertenece a este periodo.
El Imperio Nuevo
Los textos
funerarios del Imperio Nuevo, especialmente uno llamado el Libro
de los muertos, se escribían en papiro y se metían en los sarcófagos.
Entre los himnos más famosos de este periodo están los que proceden
del reino de Amenofis IV, dedicados al dios del sol como
única divinidad. El faraón Kamose, que reinó del 1576 al 1570 a.C.,
a finales del segundo periodo intermedio (1720-1570 a.C.), recogió
las primeras etapas de la expulsión de Egipto de los hicsos (1600
a.C.). Con el Imperio Nuevo, el número de inscripciones históricas
reales se incrementó enormemente, mientras que los textos autobiográficos
dieron paso a los religiosos. Tutmosis III mandó inscribir sus guerras
en Siria tanto en una estela (llamada la estela poética) como en
los murales del templo de Karnak. Ambos registros describen cómo
el rey llama a sus consejeros, les informa de lo difícil de su situación,
y éstos le aconsejan que intente la solución fácil, pero él les
dice que no tiene miedo y que se atreverá a escoger el camino más
peligroso; naturalmente, el rey lo hace y triunfa. Los últimos faraones
del Imperio Nuevo, especialmente Ramsés II y Ramsés III, también
dejaron relatos extensos de sus hazañas militares. Se conservan
narraciones y crónicas poéticas de los éxitos de Ramsés II en la
batalla de Kadesh contra los hititas. Estos textos instructivos,
dirigidos a las escalas más bajas de la burocracia, ya no se basan
en la suposición de un pensamiento correcto y un proceder justo
que automáticamente conducían al éxito, sino en la meditación y
la paciencia. Hay muchas historias que implicaban a personajes mitológicos
como La Disputa de Horus y Seth; La destrucción de la
humanidad, en la que los seres humanos son librados de la aniquilación
emborrachando a la diosa Hathor con cerveza color de sangre; y El
Relato de los Dos Hermanos, historia de un joven bueno que es
traicionado por su malicioso hermano mayor. El viaje de Unamon
relata las pruebas y tribulaciones de un agente enviado a comprar
madera en Biblos. También existen varias colecciones de poemas de
amor de este periodo.
El último periodo
Se conocen ejemplos de las diversas formas literarias egipcias de
los siglos siguientes, dentro de la era greco-romana, que incluyen
nuevas composiciones religiosas, relatos históricos privados y reales,
instrucciones, historias y tratados científicos, como papiros sobre
medicina, matemáticas y astronomía. Las enseñanzas de Anjsesongy,
una colección de máximas muy pragmáticas, muchas de las cuales suenan
como proverbios, y Las enseñanzas del papiro insinger, que
retrata a la persona sabia como moral y piadosa, contrastan profundamente
con los textos anteriores basados en la creencia en las recompensas
en esta vida. En este periodo se escribieron historias sobre las
aventuras de varios magos, como un ciclo que relata las hazañas
de un rey legendario, Petubastis, un cuento en su mayor parte mitológico
que presenta una serie de fábulas de animales. Los contactos con
la literatura griega coetánea son evidentes tanto en el ciclo épico
como en las fábulas, por otro lado, los textos egipcios (incluyendo
la literatura profética) también se tradujeron al griego, y además
hay un conjunto de textos mágicos conocidos en ambas literaturas.
De esta época data la famosa Piedra Rosetta, cuya inscripción ensalzando
al rey Tolomeo V en caracteres jeroglíficos, demóticos y griegos,
fue la llave para descifrar la escritura egipcia y por tanto para
la fundación de la moderna egiptología.
Los aportes
egipcios en algunas áreas de las ciencias no fueron substanciales.
Por ejemplo
en astronomía se origina en las observaciones realizadas por los
asirios y babilonios.
Respecto a
la física, no hay mucho que decir, puesto que todos los fenómenos
naturales se consideraban como el producto directo de buenos y malos
espíritus, de las distintas divinidades. No existe el menor
indicio de un estudio científico de las leyes naturales. Sólo existía
una física aplicada, basada en la experiencia y el sentido común.
La observación
de que el sonido tiene una velocidad de propagación mayor que la
del más rápido mensajero, dio origen a la "telegrafía acústica".
También se dieron cuenta de que la luz presenta algunas ventajas
sobre el sonido, pues se puede ver desde distancias considerables,
desde las cuales el sonido no podría ser oído. De esta manera se
origino la "telegrafía óptica", que se valía de señales
hechas con fuego.
Entre las máquinas
simples, las primeras que se usaron fueron las palancas y cuñas.
La química
egipcia se reducía casi exclusivamente a la metalurgia: Pero sus
procedimientos hacían intervenir a la magia y frecuentemente daban
interpretaciones místicas de los hechos.
Por el contrario,
en Biología y Botánica se encuentran observaciones bastante interesantes
sobre los animales y plantas.
En medicina,
parece que los egipcios se preocuparon por ciertas enfermedades
del intestino y el útero. Por lo demás, las descripciones que nos
dan los papiros sobre el tratamiento de ciertas heridas nos hacen
pensar que sus conocimientos de anatomía eran bastante satisfactorios.
Existen pruebas de que efectuaban trepanaciones en el cráneo para
permitir la salida de "malos espíritus". |